Los días 5 y 6 septiembre de 1877, se produce la gran inundación que anegó buena parte de las calles de Brihuega, dos semanas después apareció en las páginas del semanario madrileño La Ilustración Española y Americana la crónica que copiamos íntegra, tal cual se publicó:
«Terrible fue la que sufrió esta renombrada villa en los días 5 y 6 del actual, a consecuencia de las lluvias torrenciales que descargaron sobre la población y su término: hacia las dos de la tarde del primer día la vertiente natural de las aguas formó un vastísimo depósito, con impetuosa corriente, en la zona central del pueblo, o sea en la plaza de Merino, calles de las Bernardas, Oscura y Armas, y travesías de la Aceitería y Barrientos; a las seis se presentó una nueva inundación, más copiosa que la anterior; hasta las once de la noche se renovó la avenida nada menos que cinco veces, con intervalos de pocos minutos.
Entonces, bajo un cielo encapotado y entre el fulgor de los relámpagos y el ruido del trueno, empezaron a desplomarse con horrísono estruendo numerosos edificios: fue el primero la casa del Sr. Rodríguez Mendarozqueta, socavada en sus cimientos por las aguas que se habían introducido en la bodega, derribando con su empuje las sólidas cimbras de aquella; a la una de la madrugada se desplomó súbitamente la del Dr. Serrada, sin que se consiguiera salvar ni aun los muebles de las habitaciones; y a las tres, la del señor Pareja, administrador de Correos, con el mismo fatal resultado.
Posteriormente, durante el día 6, se arruinaron hasta cincuenta casas y una gran parte del convento de Recoletas Bernardas, y hállanse todavía setenta más denunciadas como ruinosas.
¿Quién sabría pintar con acierto el lastimoso cuadro que presentaba entonces la villa de Brihuega? Resonaban gritos de terror y ayes de angustia; las familias, huyendo del peligro, corrían desoladas sin saber a dónde; las autoridades todas, en especial el digno alcalde D. Fernando Sepúlveda, adoptaban con gran discreción medidas convenientes para limitar en lo posible la desgracia, y prestaban auxilios con caritativo celo a los muchos infelices que habían perdido su hogar y hasta su porvenir.
En la pág. 196 damos un grabado alusivo a esta catástrofe, según dibujo del natural por el Sr. D. Manuel Capo, capitán de Ingenieros del Ejército.
Los hijos de Brihuega que residen en Madrid, afligidos ante las desgracias de su pueblo natal, y respondiendo noblemente al sentido llamamiento a la caridad pública dirigido por el celoso alcalde de la localidad, ya citado.
Han celebrado algunas reuniones para acordar los medios de socorrer a sus conciudadanos desvalidos, determinando abrir una suscripción pecuniaria en las oficinas del diario político La España: acudan allí las personas generosas que deseen ofrecer su óbolo para remediar en lo posible las dolorosas consecuencias de una catástrofe tan grande».
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