
BRIHUEGA ENTRE FÁBRICAS Y LAVANDA: EL PRECIO DE REINVENTARSE
Artículo publicado por Plataforma Brihuega 09/10/2025
La transformación de Brihuega, ejemplifica la evolución del medio rural español desde un modelo económico centrado en la industria hasta una apuesta decidida por el turismo sostenible.
Esta reconversión, aunque exitosa en muchos aspectos, deja tras de sí interrogantes sobre las oportunidades perdidas y la posibilidad de haber combinado ambos modelos.
Durante décadas, Brihuega fue un enclave industrial relevante. La historia comenzó en 1947 con la instalación de Productos Químicos y Sintéticos (Prona), y más tarde, con el nacimiento de Eurocerámica en 1965, que hizo historia como la primera fábrica europea de azulejos de pasta blanca. Esta industria no solo generó cientos de empleos en Brihuega y su comarca, sino que posicionó a la localidad a la vanguardia del sector cerámico.
Sin embargo, la falta de modernización y el contexto de reconversión industrial en los años 80 derivaron en su cierre definitivo, pese a intentos por salvar la fábrica desde el ámbito laboral y político. A esto se suma una tradición textil que hundía sus raíces en la Real Fábrica de Paños, fundada en 1750, y que durante siglos marcó la identidad productiva de la villa.
Uno de los casos más paradigmáticos de oportunidad perdida es el de José Soriano, fundador de Porcelanosa, quien se formó técnicamente en Eurocerámica antes de levantar su imperio cerámico en Castellón. Brihuega, con conocimiento técnico y experiencia acumulada, no logró subirse a ese tren industrial del futuro.
Ante el declive fabril, Brihuega poco a poco, supo reinventarse. Los campos de lavanda, cultivados desde hace décadas, fueron redescubiertos como recurso turístico en el siglo XXI. Hoy, generan entre 4 y 6,5 millones de euros anuales en impacto económico y atraen a más de 100.000 visitantes solo en julio.
El Festival de la Lavanda, junto a un cuidado plan de promoción patrimonial (castillo, iglesias, murallas y la reconvertida Real Fábrica de Paños, hoy hotel de lujo), han situado a Brihuega en el mapa del turismo rural nacional.
El auge turístico ha traído crecimiento demográfico (+24%) y freno a la despoblación, pero también retos evidentes: masificación, estacionalidad, presión sobre infraestructuras y una economía cada vez más dependiente de un único sector.
Expertos y análisis apuntan a que la coexistencia entre turismo e industria era posible. Eurocerámica era una industria limpia, compatible con un entorno rural atractivo, y su mantenimiento hubiera aportado empleo estable anual, en contraste con la estacionalidad turística. Modelos europeos muestran que la industria patrimonial bien gestionada puede ser un atractivo más, no un obstáculo para el turismo.
La experiencia briocense ilustra la necesidad de una planificación estratégica diversificada en el desarrollo rural. La pérdida del tejido industrial representa un coste difícilmente recuperable, mientras que el turismo, aunque rentable, conlleva riesgos si no se gestiona con visión a largo plazo. Brihuega, entre lavanda y azulejos, ofrece una lección sobre cómo los pueblos pueden reinventarse, pero también sobre lo que se puede perder por el camino.