DE BRIHUEGA AL METRO DE MADRID: EL VIAJE FINAL DEL BARÍTONO BRIHUEGO VICENTE RIAZA
Artículo publicado por Plataforma Brihuega 09/06/2025

El 2 de abril de 1970, Vicente Riaza Martín salió de su casa en la calle Gutenberg de Madrid sin saber que ese sería su último trayecto. Al llegar a la estación de metro, Antón Martín, un derrame cerebral le sorprendió en el andén. 

 

La noticia pasó desapercibida, excepto para aquellos que conocían su trayectoria como barítono y su vínculo con Brihuega, la villa alcarreña donde nació en 1894.

 

Riaza fue el último eslabón de una tradición musical briocense que se remontaba al siglo XIX, cuando la localidad contaba con una activa Banda de Música, la Sociedad Filarmónica de Jóvenes Briocenses. 

 

Desde joven mostró un talento vocal que lo llevó a dejar Brihuega en 1910 para buscar fortuna en Madrid, como tantos otros soñadores. Allí intentó abrirse camino en la ópera y fue contratado por la compañía del célebre tenor Miguel Fleta en los años 20. 

 

Aunque sus propios proyectos líricos no alcanzaron gran notoriedad, encontró un espacio en la radio, a través de Unión Radio, que transmitía sus actuaciones, incluso en Guadalajara gracias al esfuerzo del técnico Tomás Camarillo.

 

Durante la década de 1920, Riaza vivió sus años de mayor éxito. Se casó en 1926 con Elena Franchini y tuvo dos hijas. Pese a que tras la Guerra Civil su presencia en los escenarios se redujo notablemente, continuó participando en espectáculos de zarzuela y copla hasta finales de los años 50, cuando se retiró, abatido por las pérdidas familiares. Su sobrina, la actriz Berta Riaza, intentó mantener viva la llama artística de la familia.

 

A pesar de residir en Madrid, nunca rompió los lazos con su tierra. Cada verano regresaba a Brihuega para honrar a la Virgen de la Peña, su patrona. Allí cantaba plegarias y ofrecía actuaciones benéficas, dejando huella en las fiestas locales. Su figura fue admirada no solo en su pueblo natal, sino también en toda la provincia de Guadalajara.

 

El barítono briocense murió en el anonimato, lejos de los focos que un día lo iluminaron, y fue enterrado en el cementerio de la Almudena. Pero su voz y su recuerdo aún resuenan, como una nota sostenida en el tiempo, entre las calles de Brihuega y los ecos de sus fiestas patronales.


 

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