Desde diciembre de 2024, Plataforma Brihuega ha venido alertando sobre la persistente presencia de agua en el Parque de María Cristina, en pleno corazón de Brihuega. 

Lo que entonces se describía con lirismo como un "susurro líquido" que recorría el parque a modo de metáfora del abandono institucional, hoy se ha convertido en un problema urgente de salud pública. Meses después, nada ha cambiado. 

El agua sigue brotando y acumulándose, especialmente en zonas próximas a un parque infantil, y con la llegada del calor, los malos olores comienzan a notarse, anticipando una inminente proliferación de insectos y posibles graves infecciones.

El parque, que simboliza la historia y el alma de Brihuega, ha pasado de ser un enclave de reunión a convertirse en un riesgo sanitario tangible. Lo que en diciembre podía leerse como una denuncia envuelta en metáforas—"lágrimas de nostalgia" o "llanto de hartazgo"—, hoy se expresa en términos más apremiantes: el agua retenida no solo representa una falta de mantenimiento urbano, sino una amenaza directa para la salud de los vecinos.

Este emblemático espacio verde, donde generaciones se entrecruzan entre árboles centenarios y charlas vecinales, no puede seguir siendo ignorado por las autoridades. Su valor va más allá de lo estético o simbólico; es un espacio vivo, compartido, que merece un mantenimiento responsable y urgente. 

Mientras el ayuntamiento sigue sin encontrar la solución, Plataforma Brihuega pide medidas inmediatas: si no se puede resolver aún el problema de raíz, al menos se debería cerrar la zona afectada para proteger a los más vulnerables, especialmente los niños.

El Parque de María Cristina no es solo un lugar para pasear o fotografiar, es un punto de encuentro y memoria colectiva que hoy lanza un claro mensaje: necesita cuidados reales, no solo reconocimientos simbólicos. Su "llanto" ya no es solo poético, es una advertencia que no puede seguir siendo ignorada.