
LOS SOPORTALES DE BRIHUEGA: GEOMETRÍA DEL REFUGIO
Artículo publicado por Plataforma Brihuega 28/11/2025
Los soportales de Brihuega forman un paisaje arquitectónico que define la identidad de la villa desde hace siglos. Más que simples resguardos climáticos, son respuesta a la topografía moldeada por el río Tajuña, que obligó a crear espacios compartidos y protegidos.
La Calle Mayor funciona como una galería continua de soportales, donde las arcadas han sido testigo de siglos de comercio y tránsito, recordando que el espacio público también es refugio frente al frío de la meseta o el sol intenso del verano.
En la Plazuela de Herradores, los restos de pórticos evocan el pasado artesanal del lugar, donde los oficios convivían bajo sombras funcionales bajo la vigilancia de los Portales del Césped. La piedra conserva la memoria de aquella vida cotidiana que rara vez reflejan los documentos: un urbanismo humilde y práctico que sostenía el trabajo diario.
La Calle de las Armas presenta la convivencia entre estos soportales y la noble Casona de los Gómez. Sus arcadas, accesibles a todos, contrastan con la ostentación señorial, simbolizando un tejido urbano donde incluso la nobleza queda integrada en una estructura común.
Los Portales de Chapero mantienen en su nombre la huella de antiguos propietarios, muestra de la memoria oral que Brihuega ha preservado en sus piedras y que revela una comunidad consciente de sus estratos históricos.
La Plaza del Coso, núcleo mercantil desde el siglo XVI, perdió sus soportales originales, pero conserva su memoria en las fachadas que la rodean. Allí convivieron el zoco medieval, la exposición de mercancías a la sombra y, más tarde, las corridas de toros antes de la existencia de una plaza propia. Su arquitectura fue mudando, pero sin perder la esencia funcional que caracterizó siempre a la villa.
Estas estructuras no son restos románticos, sino una lógica constructiva adaptada a la Alcarria: arcadas de piedra y ladrillo que demuestran que la belleza en Brihuega surge de la necesidad. No adornan: resuelven. En esa ausencia de ostentación reside su elegancia.
Pasear hoy bajo los soportales es recorrer un palimpsesto de culturas y generaciones. Judíos, musulmanes y cristianos caminaron y trabajaron bajo estas mismas sombras. Cada arco es una página silenciosa de la historia urbana, un recordatorio de que la arquitectura más valiosa es la que se vuelve invisible por su utilidad.
Los soportales de Brihuega, concebidos para proteger y unir, se han convertido en símbolo de una grandeza discreta, nacida de la convivencia y del servicio a la comunidad