MALACUERA Y BRIHUEGA UNIDAS ENTRE PIEDRA ANTIGUA Y TIERRA VIVA 
Artículo publicado por Plataforma Brihuega 06/11/2025

Malacuera, pueblo tranquilo en las tierras de Guadalajara, es más que una EATIM: es memoria y latido, este pueblo dependiente de Brihuega ostenta la categoría de Entidad de Ámbito Territorial Inferior al Municipio, siendo una EATIM de las más antiguas que se formaron, una fórmula administrativa que garantiza gobernanza propia y voz activa en los asuntos locales, sin perder el lazo esencial con Brihuega, el municipio madre.

 

Caminar por Malacuera es descubrir la sobriedad de lo rural profundo. Las casas de piedra y las calles humildes hablan de una historia tejida con silencios y trabajo. La iglesia del siglo XVII, de estilo barroco, es el eje patrimonial del pueblo con la fiesta de la Virgen de las Mercedes. 

 

Su fachada, sencilla como la gente que la cruza, atesora leyendas y alguna que otra celebración que une generaciones. Cercana a la iglesia crece la plaza, espacio de encuentros y fiestas donde cada verano la memoria y la juventud se dan la mano.

 

La naturaleza en Malacuera no es solo decorado; es fuerza. El río Tajuña serpentea cerca, regalando al valle chopos y huertas que tiñen de verde los paisajes y que durante siglos han sostenido a la comunidad. Entre los bancales quedan huellas de antiguas norias y de la agricultura tradicional, testigos mudos de un tiempo donde el pueblo bastaba a sí mismo.

 

Malacuera cercada por los tres cerrucos que guardan al pequeño lugar desde la mañana misma de sus orígenes: Los Coloraos, la Cuesta de la Cuesta de la vega y la Cabaña del Tío Rafaelita, todos ellos achaparrados y de color plomo, de áspera piel de aguijón como lo es la piel de la Alcarria. 

 

Malacuera presume de personajes singulares: labradores recios, mujeres con saberes medicinales heredados, y hasta un maestro de escuela que dejó huella en la posguerra. Hoy, los nuevos vecinos suman historias, revitalizando la mezcla de tradición y cambio. El pasado se escucha en la voz de los mayores, y el presente se escribe con los niños que juegan entre las tapias.

 

Ser EATIM ha permitido a Malacuera conservar su esencia y fortalecer su pertenencia a Brihuega. Lejos de la melancolía, su futuro se alimenta de tierra, piedra y comunidad, entre el recuerdo y el pulso de cada estación.

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