
SAN JUAN, LA PLAZA RENACIDA, MEMORIA Y CULTURA EN BRIHUEGA
Artículo publicado por Plataforma Brihuega 02/11/2025
La plaza de San Juan habita el corazón de Brihuega con la solemne belleza de quien guarda secretos. Allí, donde ahora se respira aire medieval tamizado por siglos, se levantó la iglesia que marcó el pulso de esta villa desde el siglo XII.
Aquella construcción románica de nave única, concebida por el arzobispo toledano don Juan, era apenas un modesto templo cuando nació, pero su alcance espiritual trascendía sus modestas dimensiones. El Cardenal Tavera, en el XVI, le proporcionó ampliaciones y adornos, dándole la corpulencia que reconocerían generaciones venideras.
Los nombres de Juan de Villa y Felipe Sánchez permanecen grabados en la memoria de quien estudia estos lugares: aquel, escultor; este, pintor, ambos toledanos de renombre, construyeron en 1621 el retablo que habitaría la iglesia. Durante siglos, San Juan fue más que un edificio; fue el testigo de los oficios y las angustias de Brihuega. Pero las historias tienen ciclos.
En 1900, dejó de ser parroquia. El tiempo corroía sus muros con lentitud implacable, los expolios de 1936 la desangraron, y en 1965, su enorme torre de más de doce metros se derrumbó, llevándose consigo buena parte del templo en su caída.
Lo que vino después fue el olvido. Un solar vacío, escombros dispersos y el aparcamiento desordenado de vehículos donde, Brihuega perdió la vista de uno de sus monumentos más antiguos, como quien cierra los ojos ante una cicatriz que duele demasiado.
Sin embargo, la recuperación llegó, bajo el impulso decidido del Ayuntamiento, comenzaron trabajos arqueológicos para rescatar los restos que el tiempo no había consumido completamente. El 2014 marcó un hito: la plaza fue restaurada y consolidada, permitiendo que los vestigios volvieran a respirar aire libre.
Hoy, la plaza de San Juan es un verdadero ágora cultural de Brihuega. Ya no es sepulcro de gloria olvidada, sino escenario, las Bandas de Música de Brihuega ofrece conciertos donde la acústica antigua se abraza con la música contemporánea.
La plaza conserva su identidad medieval mientras se abre a nuevas formas de encuentro. Las ruinas románicas conviven con las sillas plegables de los espectadores, la Historia susurra y Brihuega comprendió que el patrimonio no vive en los libros ni en las nostalgias: vive en los espacios que la gente ocupa, en los momentos que comparten, en las historias que vuelven a contarse cada vez que el sol ilumina nuevamente esa plaza.
San Juan de Brihuega no es un monumento congelado. Es un pulso que continuó latiendo, a través de sus propios escombros, hasta encontrar la manera de volver a la vida de la villa. En la plaza de San Juan se confirma una verdad invariable: una comunidad que conoce su historia no la abandona, la rescata, la reintegra y la celebra.